Poner a nuestros padres en una residencia cuando se hacen
mayores y así asegurar que estén bien cuidados es una afirmación que todos suscribiríamos.
Estar bien cuidado significa no tener que preocuparse que la comida esté a su
hora, no tener que preocuparse por hacer la cama, no tener que ir a comprar…. y
así podríamos seguir más y más.
Sin embargo, en un experimento a mediados de los 70, Ellen Langer y Judith Rodin demostraron que cuando se da poder de decisión a los
ancianos, su salud y satisfacción personal en la residencia mejoraba. Como comentan en su artículo “The effects of choice and enhanced personal responsibilityfor the aged: A field Experiment in an Institutional Setting”: “no tener mucho control sobre resultados
desagradables incrementa la angustia y la ansiedad”.
O sea que dando control a los residentes sobre pequeños detalles reduce su ansiedad y les permite tener una estancia
más placentera al aumentar su percepción de mayor control.
Para su experimento, Langer y Rodin dividieron a los residentes en dos grupos. Al
primero les explicaron todas las cosas que ellos podían escoger: cuidarse,
adaptar sus estancias como si estuviesen en sus casas, reordenar los muebles,
decidir cómo invertir su tiempo y que si querían tener visitas podían decidir donde
recibirlas: en el comedor, en la sala, en su cuarto. Se les indicó que era su
vida, y que debían tener control sobre ella. Si había cualquier cosa que no
funcionase su responsabilidad era influenciar para que cambiase y para ello debían
canalizar sus quejas a través de las enfermeras. Finalmente les indujeron a decidir y tomar acción. Una pequeña acción inmediata fue preguntarles si
aceptaban como regalo una planta que debían cuidar y regar con esmero y otra acción, a corto plazo, comunicándoles
que se proyectaba la misma película de cine dos noches a la semana y que ellos debían
decidir si querían ir a verla, qué día o que incluso podían repetir si les apetecía. En definitiva, a los miembros del primer grupo se les hace
responsables de velar por sí mismos.
Al segundo grupo se
les ofrecen cosas similares, pero se deja claro que la responsabilidad en su
cuidado es del personal del centro. Se les explica qué está permitido y qué no. Pueden hacer visitas a otros residentes y en ese caso deben
utilizar el comedor, las salas o sus habitaciones para recibir sus visitas; el centro intentará que sus habitaciones sean lo más cómodas posibles, y que
se sientan como en casa. Cualquier queja o sugerencia debe indicarse a las enfermeras. Remataron la
charla regalándoles una planta y diciéndoles que las enfermeras las regarían y cuidarían. Finalmente se les dijo que luego les indicarían qué día de la semana les correspondía ir a la proyección
de la película de cine.
En definitiva los resultados del experimento fueron demoledores. Los residentes del primer grupo con mayor auto control y responsabilidad, estaban más
contentos y activos, tenían mayor control sobre lo que tenían y querían y eran
más sociales visitando a otros. Por lo tanto, una cosa es cuidar, y la otra impedir que las
personas tengan elección sobre lo que está ocurriendo en su entorno inmediato.
Este experimento también aplica al entorno laboral. Dar mayor responsabilidad del entorno laboral a los empleados aumentará su satisfacción. Escoger donde y al lado de quién se sientan aumentará su productividad. La flexibilidad introducida por muchas empresas, en el horario, en los beneficios, etc van en esta dirección. ¿Que otras acciones se te ocurren pueden hacer las empresas para dar mayor control a los empleados sin cercenar su productividad?
Una pequeña acción inmediata fue preguntarles si aceptaban como regalo una planta que debían cuidar y regar con esmero y otra acción, a corto plazo, comunicándoles que se proyectaba la misma película de cine dos noches a la semana y que ellos debían decidir si querían ir a verla, qué día o que incluso podían repetir si les apetecía. En definitiva, a los miembros del primer grupo se les hace responsables de velar por sí mismos.
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